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viernes, 24 de abril de 2015

Sus plaquetas


Apenas conozco cuestiones médicas
No me interesan sus palabras complicadas
Sus caras largas, sus espacios asépticos

A mi vecina le falla la cadera
y me lo cuenta con símiles de mecánica hidráulica.
Yo no comprendo, creo que ella
tampoco.

Hay a quien le sacan del cuerpo un órgano
-vivo-
con la complejidad del que extrae unos guantes
de la selva de su armario.
-un órgano latente-
Con la determinación del que quiere la botella de agua
más fría de toda la nevera,
la del fondo.

Y no pasa nada.
O mejor dicho, pasa el médico
con esa peste que tiene a no comer en casa,
a gelocatil.

A menudo los huesos se parten con el mismo poco drama
que se rompe el cuerpo de un cigarrillo,
porque de nuevo se pegan
o se cosen
o se sueldan
o lo que quiera que se haga con los huesos.

Y de nuevo
Pasa la doctora
como ese familiar que no conoces
pero tiene tu nariz.

Hay personas muy pequeñas
que se dan a luz en paritorios amarillos
y no es un escándalo,
si quiera me pregunto cómo lo hacen.

Se abren fauces y se arrancan muelas
y frecuentemente no salen otras debajo
pero todo está correcto.

Nada de esto me importa.

Pero hoy, todo mi interés cambia,
si él me enseña esa herida en su boca.
Esa que le escuece
como el mar en los ojos.

Y ahí están ellas.
Amo sus plaquetas trabajando a destajo
muriendo en su empeño por socorrerle la vida.
sus plaquetas convertidas en estrella de mar
sus plaquetas procreando sin pudor
mientras su herida encoge,
se rinde en su innoble tarea de arruinarlo todo
porque nada puede hacer contra sus plaquetas.

Brillantes, sus plaquetas encendidas
tejiendo una tela estampada para su labio.
Amo sus plaquetas y no les pongo cara.
Adoro también sus herramientas
(porque tendrán herramientas)

Pero amo sus plaquetas por encima de todo
porque le dejan el labio completo,
lustroso.
con el fulgor de la pólvora.
Y yo las beso
en puro gesto de amor hacia ellas
con la recompensa añadida
de que sus plaquetas
estén tan cerca
de su lengua.