“El gran verso está por venir”
Y con esa frase sobrevivo;
me mantengo.
A veces lo busco
y me encuentro con su familia.
Otras, las que menos,
algo brilla como señal de lo inminente,
como el timbre de la puerta.
Sólo que no suena.
Pero las más de las veces
sólo queda el papel en blanco.
Desafiantemente blanco.
Insultantemente blanco.
Cansado de su carácter inflamable.
Aburrido del mutismo de mis yemas,
hastiado, justo igual que sus vecinos.
Y son esas, las más de las veces,
cuando prendo una cerilla
y acabo con su agonía.
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