Te miré y se me paró el mundo.
Un frenazo seco
que hizo caerse de mesas y sillas
las cosas conocidas que apilaba
por si algún día perdía la memoria.
Te miré y todo se detuvo.
Pensé en palabras que ya nadie dice
y decidí volverme carnal, soez,
por sobrellevar la vergüenza.
Tú delante
y el mundo mío quieto, inmóvil,
casi podría decir asustado.
Te miré y tú;
tú la miraste a ella.
Y mi mundo - inexorablemente-
tuvo que volver a girar.
Un giro oxidado, chirriante.
pero giro al fin y al cabo.
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