No me creo
que no recuerdes el olor de su pelo
o la poca soltura con la que lo acomodaba
para volver a soltarlo en un gesto inútil.
No puedo concebir
que no recuerdes la forma en la que colocaba, minuciosa,
su cabello tras sus orejas de ratón
o lo plácida que lucía su melena salada
sumergida bajo el agua del mar.
Me resulta impensable que hayas olvidado,
lo mucho que le gustaba despeinarse
y lo poco que le importaba
tener las puntas abiertas o cerradas.
Quiero pensar que me engañas, cuando dices que no recuerdas
el largo y el color de su pelo,
las veces que se ocultaba tras un denso flequillo
o las que vestía de sol su frente despejada.
Mírame a la cara y dime que olvidaste
su cabellera en tu cuello,
su melena en tu boca,
su cabello en tu vientre,
...
Definitivamente,
debes estar tomándome el pelo
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