Mi psicóloga es dulce y sabia pero los años pasan
Así que me anuncia que se jubila
Que esta será nuestra última cita
“Pero no te preocupes,” me dice
“Alguien cubrirá mi plaza.”
Así que me anuncia que se jubila
Que esta será nuestra última cita
“Pero no te preocupes,” me dice
“Alguien cubrirá mi plaza.”
Rafael Carvajal
La cabeza de mi psicóloga
bien podría ser una descomunal
aspirina infantil,
disuelta en agua y azúcar
portada en una cucharilla de café.
Llego a su consulta y
no necesita decir nada.
Y yo no tengo que lamerle la cabeza
de abajo a arriba
para degustar el sabor del placebo.
La cabeza de mi psicóloga,
ya imaginarás,
es redonda y blanca
y no le favorece llevar sombrero.
Su cabeza
bien podría ser una descomunal aspirina infantil
pero no sé muy bien
si decirle
que lo que tengo son
mucho miedo y treinta años.
que no sé,
igual me vendría mejor
algo más fuerte
que su insípida cabeza.
Tengo la sospecha de que las aspirinas infantiles están huecas. Bueno, posiblemente las cabezas de los humanos -psicólogos incluidos- también. Puesto a chupar algo, prefiero mi dedo.
ResponderEliminarAbrazos, siempre