Cómo imaginar,
que junto a un eterno semáforo en rojo
ella bajaría la ventanilla para acomodar su espejo
retrovisor,
y encontraría a un peatón entregado e ignoto
que cantaría para ella una inflamable balada heavy
con punteo imaginario de guitarra incluido.
Cómo imaginar su rubor tras las orejas,
los espasmos en la cara interna de los muslos
queriendo encontrarse al final de cada ingle;
su pulso ahogado en el salpicadero
y sus ganas de lluvia torrencial de verano.
El peatón cada vez más entregado y menos ignoto.
Cómo imaginarla a ella,
en ese eterno semáforo en rojo
soñando con una lluvia que lo arrasase todo,
que saqueara las casas de Madrid,
el ganado de Madrid,
el aire sucio de Madrid,
para poder conducir su coche
como quien conduce una excusa
para llevar a ese peatón
sano, seco y salvo
hasta tierra firme.
Y en el trayecto,
¿quién sabe?
pedirle el teléfono
confesarle lo indecible
o a lo mejor,
acobardada y complaciente
subir el volumen de Rock FM.
¿Cómo imaginarla?
Nunca lo sabremos
El eterno rojo
dio paso al más desesperanzador de los verdes
y todo Madrid siguió seco
todo, menos los ojos de ella
que terminaron con las casas y el ganado
escurriéndosele por las mejillas.
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