Nadie se enamora de un cuerpo enfermo
ni se muere por besar unos labios cuarteados.
Hablamos de un cuerpo detonado,
de unas carnes inconexas del entorno.
Nadie podría aprender a amar
una tos arañada por uno de esos cuerpos
que no se sabe si pesan porque
nadie quiere pesarlos.
Nadie quiere un cuerpo áspero
en el lado izquierdo de la cama,
un esqueleto ramplón,
al otro lado de la mesa,
pidiendo sal.
Nadie quiere un cadáver
de yemas derretidas,
sudando bajo su cuerpo salubre.
Pero nadie quiere oír
que nadie se enamora de un cuerpo enfermo.
Salvo que tú seas
ese que no es nadie
y estés dispuesto al escalofrío
al olor a tuétano.
Si es así, es siniestro.
Pero yo podría ser
la horma podrida de tu zapato.
El final sí que es siniestro .Me crea amor/odio este poema
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