Otro día más de los agónicos.
Y resulta más agónico
saber que lo será,
justo después de que tus párpados
den a luz a tus ojos.
Un amanecer agónico
y un desayuno
en el que tomarás lo único dulce
que pasará por tu boca.
Un bocado,
y sin saber definir la agonía
se desliza gaznate abajo.
Hoy no vas a lavarte.
No es bueno darle lustre al hecho agonizante.
Descolgarás varias veces el teléfono
sin saber a quién decirle
que pasas de hablar.
Que si agonizas, no estás para charlas.
Descolarás varias veces el auricular
antes de recordar
que ya nadie tiene fijo.
Y pasarás agonizando
las horas que te sobran.
Encenderás el portátil
para constatar que cualquiera puede hablar de cualquier cosa.
Constatado.
Apagarás el portátil
para confirmar que si no está encendido
te sobran cinco agónicos dedos
en cada mano.
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