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jueves, 21 de marzo de 2013

La rutina podría ser una viejecita adorable




Puede llegar en el momento más trivial.

Puedes estar de pie,
vacía,
mirando por la ventana
y sentir cómo se posa en tu hombro.

Tiene el peso de una bala de plomo
de arena en el paladar.
Y está en tu hombro
elige uno.

Te recubre los ojos de tul negro
y espera,
octogenaria, paciente.

Si vas a la ducha
o a la cocina, a freír un huevo
te acompaña,
 es  un narrador incansable.

Te obliga a colocar  facturas
a vivir descafeinada , 
a pasear tu cuerpo de parquímetro hacia la cama.

Está en tu hombro
y huele asquerosamente a nada.

Entonces él llega a casa
y te besa como el que chupa un sello.
un beso frío, azul
de gaceta dominical.

La notas en tu hombro,
respira desgastada  en tu oído.

Podría haber sido una viejecita adorable,
con cabellera de hilo blanco,
con nudillos de árbol
preparados para el apego.
Pero no.

Está en tu hombro
a horcajadas,
como una fea lechuza
viviendo del desgarro,
del tuyo.

Es cuestión de supervivencia.
Si no muere
con el próximo rayo de sol
La mato.