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viernes, 7 de marzo de 2014

Con un poco de suerte


La Inspiración nació tarde,
con los ojos abiertos de miedo,
luchando por cada bocanada de aquella materia que,
más tarde supo, se llamaba aire.
Fue concebida por la premura, desde el ansia,
alumbrada con prisa,
originada en un deseo casi enfermizo de posesión.

La Inspiración fue una criatura indudablemente bella en sus primeras horas
y nunca volvería a serlo con tanta intensidad.
Nació desnuda e indefensa, pero parecida a todos;
parecida a tantos
que hubo quien habló de limpiarle la baba,
que a modo de plagio, caía de su boca.

En su corta infancia le pasó de todo.
Enferma, pareció apagarse en incontables ocasiones
hasta la confundieron con ideas ordinarias, en muchas otras.

Ya de adolescente, la inspiración se encontró el corazón y el sexo
y se enamoró de un verso a cada segundo,

Buscó a su familia con fortuna intermitente, y ya en su madurez,
tuvo al menos un millar de hijos y dos hijas,
casi todos ellos despreciables.


Encontró fieles aliados
en los sosos parques de barrio de la clase media,
en la niñez de los otros,
en la música británica de los años cincuenta.

Apenas le dio tiempo a envejecer. 
Murió pronto, insolente hasta el último momento.
Porque la Inspiración muere en un segundo,
pero sin dramas, que nadie llore su marcha.

Con un poco de suerte nos habrá dejado a la vista, 
un precioso cadáver. 

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