A Ana Cunquero
Teníamos 20 años
y el costado recubierto de escamas.
Una
enredadera de azúcar
nos subía por
cada pierna
y nos
pasábamos las mañanas en esa playa
sacudiéndonos
de arena las alas.
A nuestros
pies,
se abrían
grietas en la tierra,
se empapaban
los diarios con el último diluvio
se extinguían
las especies.
Ellos no se acuerdan,
pero Madrid tenía un puerto delicioso
y corríamos tras cada reguero de pólvora
que dejábamos caer de nuestros bolsillos.
Teníamos 20 escandalosos años
y a penas podíamos distinguir
tu sonrisa de la mía.
Tu mirada, amiga,
era fuego en la buhardilla de la noche ,
era munición contra la rabia
era verde y era gasolina.
Ahora tenemos unos moderados 30 y pocos
y el pecho no nos brilla tan fuerte como entonces,
a nuestros pies les crecieron unos horribles zapatos de
oficina
y cambiamos todas las plumas por un par de cicatrices
y una jornada completa.
Mañana, igual que ayer, hará un día de mierda
así que ven,
acércate aquí,
que yo sólo necesito
una mirada
un asomarme de puntillas
al vasto verde de tus ojos
para sentir el olor de la pólvora
para que vuelva picarme la piel
para poder volver a sentirme
como en esa playa.
Este poema me ha acompañado durante algunos años. Lo encontré en una revista en casa de un amigo. Y, es sin duda, mi favorito. Así que, gracias.
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